jueves, 29 de enero de 2009
Crónica de la exhibición y el taller de Esinem (© Will Marlowe)
Tenemos la suertísima de que Will Marlowe (enlace a su perfil en Fetlife) nos manda una detalladísima crónica de la exhibición de Esimen y el taller al día siguiente. A disfrutar:
"Antes de que los bloggers hiperactivos y polifacéticos se adelanten del todo, esta es la (mínima) crónica que había prometido acerca del taller que el fin de semana pasado dictó Esinem en Madrid. Para quienes se hayan perdido la invitación en su momento, se trataba de un taller de bondage para parejas razonablemente experimentadas en la materia, al que dedicamos todo el domingo, precedido de una exhibición para todo quien quisiera ir la noche del sábado.
A los madrileños no habrá mucho que contarles del Dark Sabbat. Para los que, como nosotros, aparecíamos allí por primera vez, el entorno y la gente fueron una sopresa más que agradable. Está ubicado en lo que nos pareció el fin del mundo, pero bien comunicado y perfectamente
discreto. El local en sí está muy bien cuidado, con una sala principal que ocupamos para la exhibición y dos mazmorras pequeñas pero cómodas y equipadas. La gran novedad eran varias hileras de puntos de suspensión con sus respectivas anillas en la sala principal, que luego nos permitieron trabajar a todos en paralelo; ver a siete personas colgando de las cuerdas al mismo tiempo es una experiencia singular.
La gente fue también una agradable sorpresa, en especial por lo nutrido de la concurrencia del sábado. Sin que el sitio estuviera a reventar, se notaba el interés por una ocasión especial, y para cuando comenzó la performance apenas pudimos acomodarnos todos junto a las paredes para verla.
Se suele decir que el bondage es lento, técnico y... aburrido. Puede que algo de eso sea verdad cuando lo practican zotes como un servidor, pero definitivamente no en manos de Esinem. Con estética japonesa (kimono para ella; tabis, una especie de uwagi y zubon para él; y un arnés trenzado tipo hojojutsu a modo de collar y correa) y haciendo primar lo teatral, montaron una suspensión lateral a la que un pequeño traspié técnico no quitó nada de fuerza. Me imagino que todos, sin importar sus conocimientos de kinbaku, habrán sido capaces de percibir la precisión y la rapidez con que se construyó la figura, pero había mucho más que eso en la puesta en escena. Como nos diría luego en el taller del día siguiente, Esinem insiste en hacer visible el aspecto emocional del bondage: manipular con autoridad el cuerpo de la modelo, mantener constantemente tensión real en las cuerdas, y sobre todo estar muy en contacto con la persona atada. Entre la proximidad física y la celeridad para atar, el elegante takatekote (o, con más
precisión: ushiro takatekote, "manos y brazos atados a la espalda") apareció sin que casi pudiera verse cómo estaba hecho, y de ahí a los aires. Me pareció especialmente envidiable la capacidad de la pareja de performers de mantener una intimidad como de juego en privado, juntamente con un dramatismo muy vistoso.
Tras la exhibición, Esinem y su chica se mezclaron con el público, y los demás nos dedicamos a ponerle cara a los muchos conocidos virtuales. Como testimonio de lo estimulante de la performance, no había pasado un cuarto de hora y ya estaba Shibari haciendo pasear por los aires a la increíblemente flexible y vigorosa Edelweiss. Y una cosa lleva a la otra, y fuimos varios los que dimos buen uso al aparejo de suspensiones (sorprendentemente, el de Esinem es de madera; nunca se me hubiera ocurrido, pero una anilla de gimnasio de las de toda la vida hace una perfecta base para colgar). Aunque el local seguía poblado, los barceloninos nos escapamos temprano para tenerlas todas con nosotros el día siguiente. Había que estarse ahí a las 10 de la mañana, listo y fresco para seis horas de taller.
Y ahí estuvimos. Sin lucir una puntualidad británica, el taller comenzó más o menos según lo planeado y sin demasiadas sorpresas. Como muestra del buen ambiente y de la falta de acartonamiento, la ausencia de un par de modelos se solucionó perfectamente con dos dominantes atándose entre sí por turnos. Y, pese a las disparidades de nivel de los concurrentes, todo el mundo trabajó de buen ánimo y sin aspavientos. Esinem comenzó por explicar su visión acerca de la estética del bondage y cómo hacer patente la emoción de la escena: firmeza en los agarres, precisión en los movimientos, y sobre todo mucha proximidad y atención. Se habló también de seguridad, en especial los peligros de pinzamiento nervioso y compresión inherentes
al bondage, y de hecho, la primera parte práctica del taller fue un nudo autobloqueante para evitar que las ataduras de pies y manos se cierren excesivamente. Usándolo para fijar las manos entre sí a la espalda tuvimos ya el primer paso para practicar el takatekote, una de las figuras más empleadas en kinbaku.
Esinem explicó, poco a poco, la versión de Osada Steve de esta figura (hay otras, por cierto, no menos tradicionales, que difieren en detalles importantes), pero no dejó pasar oportunidad de insistir en los principios básicos que tienden a olvidarse: mantener constante la tensión, revisar todas las líneas apenas aplicarlas, observar la respuesta corporal, desarrollar gestos que maximicen la efectividad al atar. Con una didáctica excelente, nos tuvo toda la mañana aplicando una y otra vez esta atadura antes de explicar la forma correcta de fijar al arnés una cuerda para semisuspensión. Para cuando tomamos el descanso para comer, varias personas estaban ya completamente en los aires, y otras (servidor incluido) aplicaban los principios recién
aprendidos para autosuspenderse por primera vez. Por la tarde el temario siguió con el takatekote aplicado al revés (con los brazos y los nudos al frente, una posición más cómoda para quienes no pueden cruzar los brazos a la espalda) y semisuspensiones boca arriba, para terminar con variaciones decorativas y algunas cuestiones prácticas del uso y cuidado de la cuerda.
Un detalle agradable fue la presencia de dos chicas (y muy buenas, por cierto) entre los atadores, así como un modelo masculino, de esos que se suelen echar en falta en el ambiente más bien héteronormativo y male-dom del BDSM español. Siendo un taller, no hubo código, y las
interacciones entre los participantes no tuvieron nada de ese sabor rígido que a veces aqueja a los eventos del ambiente. A este cronista, al menos, la experiencia le ha resultado estupenda, y no sólo por el exotismo de haber trabajado con un conocido rigger del extranjero. El formato de taller puede a veces suscitar rencillas y competitividad, y en este caso no ha habido nada de eso; simplemente una quincena de personas entusiasmadas por el espíritu y la técnica de las cuerdas. El listón para el próximo queda ya muy alto."
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1 comentario:
Que envidia me esta dando. Lo que hizo el sabado fue precioso. Tenia que haber ido el domingo jo...
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