sábado, 30 de enero de 2010

Catonium

Llevaba tiempo detrás de la pista de “Catonium” desde que Kurt lo mencionó el pasado verano en la última visita al Rosas5. Intenté visitar tan peculiar lugar cuando vine a hacer el curso de “hobaku-jutsu”, allá por el mes de Septiembre pero, no fue posible.

Por eso,  esta vez la oportunidad pintaba excitante y si no fuese por el ataque inesperado de los elementos climatológicos, habría sido aún mejor. Creía que había visto nevar muchas veces pero nunca había visto nevar tanto de golpe. Sin embargo, fue aún más sorprendente ver que la ciudad de Hamburgo, a diferencia de otras grandes ciudades (sí, va por Madrid) no se colapsa completamente.

Llegar a Catonium no estuvo exento de sus riesgos dado el estado de las carreteras y resulta admirable la actitud de los “Hamburgianos” a la hora de conducir en estas circunstancias. La gente va despacio y respeta la distancia de seguridad tal y como nunca ocurre en España (comunidad BDSM incluida). Respeto, educación, ¡cuánto echo de menos esas palabra al sur de los Pirineos!.

Por fin conseguimos llegar y la primera sensación fue de entrar en una especie de enorme y moderno edificio que no parecía albergar al mayor Club BDSM de Europa. Una puerta angosta, cubierta de nieve y, un corto pasillo nos separaban de la sala principal que a pesar de la asistencia de bastantes personas parecía estar vacía.

Los que conocéis Fetterati me entenderéis perfectamente si os digo que poner 100 personas en Catonium es como poner 4 en Fetterati, o lo que es lo mismo, parecía estar desierto.
Es tan grande que pienso que seguramente se necesitan al menos 500 personas para que parezca que está medio lleno y, seguramente por eso en la fiesta de esta noche (que me perderé, a la salud de Mosca) se espera una asistencia de 1.000 personas. Sí, habéis oído bien, mil personas.

Afortunadamente, al tratarse de mi primera visita, que no la última, tuve la oportunidad de ver y disfrutar de las instalaciones, en compañía de alguien especial que por exigencias del guión permanece en el anonimato, aunque su uniforme de sargento del ejército latexiano siempre perdurará en mi memoria.

En fin, va siendo hora de terminar este pequeño resumen sobre mi última aventura europea. Os dejo con algunas fotos que sin lugar a dudas merece la pena ver.