Esta tela, al igual que El origen del mundo, fue encargada por el diplomático Jalil-Bey.
Se trata de un cuadro de carácter sensual, propio de algunas de las obras que el autor pintó durante el Segundo Imperio.
Protagonizan el cuadro dos figuras femeninas desnudas durmiendo, que recuerdan a las figuras de diosas mitológicas de la escuela veneciana. Trataba un tema morboso para la época en que vivió el artista: la relación sexual entre dos mujeres. Aún es objeto de debate si se trata sólo de representar el sueño inocente de dos amigas o se trata de una obra sobre el amor lésbico.
La puesta en escena es refinada. Las mujeres están sobre una cama, enmarcada por cortinas de terciopelo azul oscuro. Se ha considerado que, por la expresión del rostro, la mujer de cabellos rubios tiene un sueño erótico. En primer plano, sobre una mesita de madera con motivos florales en la tapa, hay un cáliz y un collar de perlas roto han de interpretarse como alegorías. En efecto, el collar roto que pasa por debajo de la mujer morena, simbolizaría la falta cometida mientras que el cáliz es signo de arrepentimiento. Junto al cáliz, hay una botella azul y una jarra de cristal. Al fondo, a la derecha, hay un jarrón con flores, posible regalo de una de las amigas a la otra.
Cortesanas al borde del Sena
Les Demoiselles des bords de la Seine, es uno de los cuadros más conocidos del pintor. Está realizado al óleo sobre lienzo. Mide 174 cm de alto y 206 cm de ancho. Fue pintado en 1856, encontrándose actualmente en el Museo del Petit-Palais, de París. También es conocido por su traducción literal: Las señoritas (o Jóvenes) al borde del Sena (o a las orillas del Sena).
La escena representa a dos jóvenes que han realizado una excursión por el Sena en el verano y, cansadas, se tumban a descansar en la orilla, a la sombra de unos árboles. Una de ellas está dormida. La otra se apoya en una mano, pensativa.
Esta obra fue expuesta en el Salón de París de 1857 y creó un gran escándalo. Sólo puede explicarse por el realismo que imprimió a la pintura, tanto en su tratamiento como en el tema tan corriente y vulgar que lo protagonizaba. Además, lo hacía en un estilo que no lograba distancias a las muchachas del espectador.
La crítica consideró que resultaban impúdicas, cortesanas, esto es, mujeres mantenidas que encarnaban la pornografía del Segundo Imperio.
Pierre Joseph Proudhon consideraba que era una denuncia de la moral del régimen. La que está dormida se estaría entregando a fantasías eróticas. La que está despierta calcularía cuestiones financieras.
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